No culpes a nadie, nunca te quejes de nada ni de nadie, porque fundamentalmente tú haces tu vida. Acepta la responsabilidad de edificarte a ti mismo y el valor de reconocer tus errores para volver a empezar, corrigiéndolos.
Nunca te quejes del ambiente o de los que te rodean, hay quienes en tu mismo ambiente supieron crecer; las circunstancias son buenas o malas según te las imagines. Aprende a convertir toda situación difícil en una herramienta para construir algo mejor.
No te quejes de tu pobreza, de tu soledad o de tu suerte; enfréntate con valor y acepta que de una u otra manera son el resultado de tus actos y tus actos de tus pensamientos.
No te amargues con tu propio error ni se lo cargues a otro o seguirás justificándote infantilmente.
Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ningún momento es tan terrible como para claudicar.
No olvides que la causa de tú presente es tú pasado, como la causa de tú futuro es tú presente.
Piensa menos en tus problemas y más en tus proyectos, tus problemas sin aliento desaparecerán.
Aprende a nacer desde el error, haciéndote más grande, que es el más grande de los obstáculos.
Mírate en el espejo de ti mismo, comienza a ser sincero contigo mismo, reconociéndote por tú valor, tú voluntad, y también por tú debilidad para justificarte.
Recuerda que dentro de ti hay una fuerza que todo lo puede, reconociéndote a ti mismo dejarás de ser un títere de las circunstancias, porque TÚ ERES TU PROPIO DESTINO y nadie puede sustituirte en la construcción de tú propio destino.
Levántate, mira la mañana y respira la luz del amanecer. Tú eres parte de la fuerza de la vida.
Ahora despierta, camina y construye. Nunca pienses en la suerte
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